El hombre porta dentro una pregunta imborrable, la del sentido de su propia vida. No sólo la de su origen, también la de su meta y horizonte. En muchas circunstancias surge con especial fuerza. Y reclama una respuesta que sólo se encuentra definitivamente en el amor de Dios, y en el amar en su propia vida. El amor constituye esencialmente al hombre, porque éste ha sido creado por Dios por amor y para el amor.
- El conocer del hombre comienza al ser conocido y llamado por su propio nombre, al dejarse conocer e interrogar, cuando entra en un diálogo y sale de sí mismo.
- El amor del hombre, igualmente, se inicia con el amor que recibe, y por lo tanto, en el dejarse amar en profundidad por quien le conoce últimamente.
Esta verdad de la fe, acogida con fidelidad y concretándola en la propia vida, como una verdad práctica y como una verdad dicha por amor al hombre para que encuentre paz, es capaz de sustentar toda su existencia, orientarle definitivamente hacia el bien, generar comunión entre los hombres, y encontrar y ver a Dios, a quien busca incansablemente. Cuando el hombre acepta, y deja de luchar contra sí mismo, que ha sido creado por Dios para el amor se ve en la tesitura de dar una respuesta que sólo del amor nace y que sólo desea amar más y mejor cada día.
- Esta verdad la conocemos en la historia de la Salvación, en la que Dios se revela como Uno y Trino. Padre, origen de todo que llama a todo hombre a compartir su propia vida. Hijo que redime y salva al hombre, roto por el poder del pecado y alejado del amor y dividido como humanidad y en su propia humanidad. Espíritu Santo que actúa en cada persona y la asemeja en lo cotidiano y en la historia al Hijo, haciendo de todo aquel que lo recibe y se deja hacer por él un hombre libre al modo como el Hijo revela la perfecta humanidad.
- La comunicación de esta verdad, para nuestra salvación, forma parte del envío de la Iglesia a anunciar la Buena Noticia, a dar respuesta desde el Amor de Dios a los hombres en sus búsquedas e interrogantes, en su sentido hondo y en su horizonte, en su acción y en su compromiso. La Iglesia ante el mundo es este sacramento que, con su palabra y sus obras, hace presente a Dios para que el hombre se encuentre cara a cara con Él.
- Dar a conocer a los hombres el camino abierto hacia la salvación y el Reino es recibido por los cristianos con urgencia, en fidelidad. De este modo se predica con fe la fe de la iglesia, se vive la fe en la comunión y amor fraterno en la comunidad de creyentes, se celebra en la liturgia, y cada hombre se encuentra con Dios en la oración.
Hoy estamos urgidos, desde muchos ámbitos, a renovar la catequesis, por medio de la cual los hombres conocen a Cristo, le abrazan con fe, y se incorporan a su Cuerpo, que es la Iglesia. Especialmente entre los jóvenes y entre aquellos que no han escuchado hablar nunca del amor de Dios manifestado en el Hijo, de quienes buscan y sacian su sed en tantos lugares. Pero también, y con igual urgencia, entre los bautizados de Occidente, cuya fe demanda una educación y recepción más intensa y sincera.
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